viernes, 26 de junio de 2009

Hombres y niños

Y en ese mismo momento Sherman llevó a cabo un horrible descubrimiento, el mismo que todos los hombres , tarde o temprano, hacen en relación con su respectivo padre. Por vez primera comprendió que el anciano que tenía junto a él no era un padre envejecido sino un muchacho, un muchacho muy parecido al que había sido él mismo, un muchacho que creció, tuvo un hijo y, lo mejor que pudo, obedeciendo a su sentido del deber y también, quizás, por amor, adoptó un papel consistente en Ser Padre, a fin de que su hijo tuviera una figura mítica e infinitamente importante a su lado: la figura del Protector encargado de impedir que se destapara la caja que contenía todas las posibilidades de caos y desastre que la vida puede traer consigo. Y, ahora, ese muchacho, ese buen actor, se había hecho viejo, frágil, se había convertido en un ser cansado, mucho más cansado que nunca ante la perspectiva de tener que ponerse otra vez la armadura de Protector, cuando sus hombros ya no tenían fuerzas para cargar con ella.

La hoguera de las vanidades

Tom Wolfe

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